MADRID, 26 Feb. (CulturaOcio) -
En Día Cero de Netflix, unos ciberterroristas atacan Estados Unidos. Esto lleva a un caos total, un atentado que deja más de 3.000 muertos. La presidenta Evelyn Mitchell (Angela Bassett) encarga al expresidente estadounidense George Mullen (Robert De Niro) la tarea de dirigir una comisión encargada de encontrar a los terroristas antes de que puedan atacar de nuevo tal y como han advertido.
((ATENCIÓN: ESTA NOTICIA CONTIENE SPOILERS))
La teoría del Gobierno estadounidense es que los ataques probablemente fueron perpetrados por Rusia. George Mullen cuenta con un equipo para ayudarlo, incluyendo a Roger Carlson (Jesse Plemons), que ha trabajado con Mullen durante años, y su exjefa de gabinete, Valerie Whitesell (Connie Britton). Todos forman parte de la Comisión del Día Cero, un organismo dotado de enormes poderes excepcionales que, en favor de acabar con la amenaza puede socabar libertades y preceptos fundamentales como el 'habeas corpus'.
Sin embargo, no será tan fácil, porque Mullen tuvo una aventura con Valerie cuando era presidente, lo que le llevó a tener una hija que desconoce la verdadera identidad de su padre. En cuanto a Roger, es un exdrogadicto y se acuesta con la hija de Mullen, Alexandra (Lizzy Caplan).
Alexandra asume el liderazgo de un comité para controlar la comisión, junto con el presidente de la Cámara de la oposición, Richard Dreyer (Matthew Modine), que simplemente busca acumular poder. En plena investigación, un joven de 17 años es detenido por error. Luego, el experto en conspiraciones Evan Green (Dan Stevens), tiene vínculos con unos piratas informáticos que ayudaron a crear el malware utilizado en el ataque, por lo que también es arrestado.
Roger es asesinado durante la investigación, haciendo que parezca una sobredosis de drogas. Sin embargo, todo cambia cuando atrapan al primer sospechoso, una estadounidense multimillonaria llamada Monica Kidder (Gaby Hoffman). En la cárcel, se ahorca, lo que significa que Mullen acaba de perder a la persona que más información tenía. El giro llega cuando se desvela que Alex y Dreyer están involucrados, junto con un poderoso multimillonario llamado Robert Lyndon (Clark Gregg).
En el episodio final se confirma que todo fue fruto de un complot urdido dentro del propio Gobierno y las instituciones estadounidenses. Dreyer tuvo la idea porque no pudo lograr que el Congreso se reuniera y aprobara ninguna medida. Bajo esta premisa, si Estados Unidos fuera atacado, todos tendrían que dejar de lado sus diferencias y trabajar juntos. Así, Dreyer consigue que Alex Mullen y algunos más se unan a él.
En el último episodio, George descubre la verdad. La esposa de Mullen, Sheila (Joan Allen), no quiere que se sepa lo que hizo su hija. Por su parte, Alex llora y pide clemencia, asegurando que no tenía idea de que habría víctimas mortales. Dreyer, tratando de salvarse, le dice a Mullen que lo deje estar porque, si se sabe que el Gobierno estadounidense ha atacado a sus ciudadanos, destruirá el país.
"O TOMAMOS MEDIDAS DRÁSTICAS O SE ACABÓ"
"Tú y yo en realidad estamos en el mismo bando, lo sabes", le dice Dreyer en un cara a cara con el expresidente que le acusa de "alta traición". "No, yo le he dado una última oportunidad a este país. ¿Cuántos años crees que nos quedan? la mitad del país está obsesionada con mentiras y conspiraciones y la otra mitad está anclada en el victimismo y en el lenguaje inclusivo", espeta Dreyer que defiende que su argucia de crear un órgano todopoderoso capaz de saltarse los derechos fundamentales y la Constitución es la única vía de salvar el país y aniquilar a los extremistas de uno y otro lado.
"Los supremacistas blancos quejándose de que se van a extinguir, los anarquistas que quieren abolir la policía, los que deliran creyendo que las elecciones están abiertas a interpretación... por no hablar de los payasos como Evan Green que esparcen su veneno en los medios sólo para enriquecerse y la comisión puede resolver eso usando sus poderes adecuadamente de forma temporal y con precisión quirúrgica", expone Dreyer que defiende que le país vive "una situación de emergencia". "O tomamos medidas drásticas o se acabó", sentencia.
"Todos los dictadores que alcanzan el poder dicen que es algo temporal y ¿sabes lo que dejan cuando acaban? Cementerios y ruinas, sin excepción", replica firme Millen al que Dryer pone entre la espada y la pared porque si él cae... su hija también.
Incluso la propia presidenta Mitchell acude a Mullen y le dice que oculte la verdad y carguen, tal y como sugirió Dryer, toda la culpa a Monica Kidder. Mullen está listo para dar un discurso y ceñirse a la historia de Kidder, pero cuando llega el momento, cambia de opinión. Alex dejó una carta a su padre confesando lo que había hecho y expresando su voluntad de rendir cuentas.
Finalmente, y a pesar de que inicialmente pensaba seguir el consejo de la presidenta y contar la versión oficial que no implicaba a las insituciones en el complot, en su comparecencia ante el Congreso Mullen lee la carta de su hija en voz alta, nombrando no solo a ella como implicada en la conspiración que dio lugar al ciberataque, sino también a Dreyer y muchos otros congresistas.