Bon Jovi tienen nuevo disco: un pulcro y certero ejercicio de rock de estadio del siglo XXI

BON JOVI
BON JOVI - BON JOVI
Actualizado: martes, 1 noviembre 2016 11:30

MADRID, 1 Nov. (EDIZIONES - David Gallardo) -

Si algo hay que reconocerle a Jon Bon Jovi es la capacidad para adaptarse al sonido de cada momento, partiendo desde el ruidoso y festivo rock ochentero de cardados imposibles hasta el impecable y adulto ejercicio de rock de estadio del siglo XXI que hacen en 'This house is not for sale', su nuevo álbum de estudio, a la venta este viernes 4 de noviembre.

En el camino, por supuesto, el eterno debate de si ya no rockean como antaño, de si molaban más en sus primeros trabajos, que si luego se acomodaron y se dedicaron a publicar discos correctos con un par de buenos singles como excusa para volver a la carretera y, ahí sí, sacarle todo el jugo a su propuesta ante estadios siempre llenos, como si no hubieran pasado los años.

Porque la única certeza es que 33 años después de su fundación, Bon Jovi es el único grupo de hair rock de los ochenta que sigue reventando estadios rebosantes con miles de fans, mientras que otros compañeros de generación, una vez pasada la época de moda, se readaptaban a la nueva situación de perder poder de convocatoria, mientras seguían haciendo prácticamente la misma música.

Y en la negativa a ese continuismo y en querer sonar siempre moderno está precisamente el secreto del longevo y pétreo éxito de Bon Jovi, desde 2005 aliado con el productor John Shanks, un tipo al que muchos culpan de la salida del guitarrista Richie Sambora y que ha trabajado con gente tan variopinta como Anastacia, Hilary Duff, Backstreet Boys, Take That, Céline Dion y Van Halen.

PRIMER TRABAJO SIN RICHIE SAMBORA

Una vez dibujada la composición de lugar, concretemos, pues la primera gran duda es si Bon Jovi salen victoriosos en su primer trabajo sin el añorado Sambora. Pues bien, aunque son muchos los escéptimos y los que no daban un duro por la banda sin el talentoso guitarrista, lo cierto es que 'This house is not for sale' no solo cumple, sino que es superior a 'What about now' (2013), el anterior disco del grupo obviando el trabajo de descartes que entregaron el pasado año.

Es más, diríase que Phil X, el sustituto de Sambora, aparte de aportar consistencia al sonido de las canciones, agrega también cierto rejuvenecimiento que da renovados aires al grupo comandado por Jon Bon Jovi, ahora ya irremediablemente canoso a los 54 años. Con el pelo blanco pero siempre con esa perpetua e impecable sonrisa que le ha ayudado a vender unos cuantos buenos miles de copias de sus discos.

Y ahora que el grupo parece abrirse a una nueva etapa, entrega Jon su trabajo más personal, en búsqueda de sus propias raíces desde esa casa que no se vende que ilustra la portada y que abre el álbum con un riff de guitarra que es un autoplagio de manual y que apuntala uno de los mejores singles de Bon Jovi desde hace mucho tiempo. Y que marca el tono confesional de un tipo que ya pasó la crisis de la media edad y que se adentra en la edad madura con los miedos compartidos por todos.

GUITARRAS MUY U2

Una temática desparramada por todas las canciones del álbum, como en ese 'Living with the ghost' expansivo y pomposo de guitarras cinemáticas que recuerda a temas pasados como 'That's what the water made me' y que parece exorcizar todos los demonios que aparecieron tras la controvertida marcha de Sambora: "I ain't living with the ghost, no future living in the past, I've seen that hate has done to hop, tomorrow wasn't built to last".

Unas guitarras, las de Phil X, menos blueseras que las de Sambora y más cercanas al The Edge de U2, tanto en 'Living with the ghost' como en 'Born again tomorrow'. Una canción que, por cierto, tiene cierto aire ochentero pero con una producción totalmente actual cercana al dance en momentos puntuales y que le permitiría sonar en las radiofórmulas contemporáneas, si es que en alguna queda hueco para alguien mayor de cuarenta años.

Se repiten esas inevitables referencias a U2 en las guitarras de 'New Year's Day', que comparte título también con un viejo clásico de 1983 de la banda irlandesa y que tiene esos cambios de ritmo que desde unos versos graves pasan a tonos altos y agudas guitarras chirriantes (un poco Editors en este punto). Y luego ahí está 'Goodbye New York', que directamente parece un plagio del 'Where the streets have no name' de Bono y compañía.

No faltan tampoco las baladas sentidas marca de la casa, esas que van creciendo y en las que Jon se siente tan cómodo paladeando cada sílaba y poniendo pucheritos, como 'Labor of love', un himno totalmente reconocible para cualquiera que haya escuchado un poquito a Bon Jovi a lo largo de los años y donde canta cosas infalibles para sus fans femeninas como 'I know where this is going when I look into your eyes'.

Entre los temas pausados del disco destaca 'Scars on this guitar', toda una oda acústica a la guitarra que le salva la vida cada noche y que es el refugio del creador: "Another Friday night I'm somewhere, a little drunk and worn out from the show, it's a hallway to a hotel room, the truck's already rolling down the road. I find the lights take off my coat, I see her there just lying on the bed, she's seen me through my yesterdays, God knows tonight I'm needing her again".

'Reunion', 'I will drive you home' y 'Real love' pertenecen también a esa faceta de Bon Jovi en la que se aproximan peligrosamente a la sensiblería que tanto detestan sus detractores pero que tantos réditos les ha dado a lo largo de los años, incluso con cantando en algunos pasajos con el único acompañamiento al piano de David Bryan. Los arreglos de cuerda con violines echan el resto.

CONTUNDENCIA ROCK

Diametralmente opuesto es 'Knockout', uno de los mejores singles de la banda en lo que llevamos de siglo XXI, pegadizo, contundente y con la esencia de sus primeros trabajos. 'Roller Coaster' empieza acústica pero coge velocidad cuando entra toda la banda a ritmo frenético, y hay también acercamiento al hard rock con tintes de blues en 'The devil is in the temple', con un duro y machacón riff de guitarra.

'God bless this mess' parece la secuela de 'This house is not for sale' con el mismo sonido y esa letra en primerísima persona: "I got some blood under my nails, I got some mud on my face, my voice is shot, I'm going grey, these muscles all ache. Don't cry for me, I'm the life of the party, I'm smiling most of the time, I may be gritting my teeth, can't get back where we started these days I'm doing just fine. God bless this mess, this mess is mine".

Por temática y por cadencia tiene cierto parentesco también con 'God bless this mess' y 'This house is not for sale' ese otro tema titulado 'Come on up to our house' que es toda una celebración con los brazos abiertos y cierto tono folk y country, casi diríase que soul y gospel, aunque eminentemente rock con grandes guitarras. Un momento muy de esos de cantar abrazados.

Tiempo aún para un rock masivo de manual en 'All hail the king', al que no le faltan ni los coros perfectos para petar el estadio de turno, como sin duda ocurrirá a partir del 8 de febrero de 2017, cuando el grupo inicie la gira mundial de presentación, primero recorriendo Norteamérica y después ya veremos.

Sin inventar nada a estas alturas, sin revoluciones, haciendo lo que saben, entregando canciones llenas de autorreferencias a su propio legado, pero que suenan actuales y en las que hay chicha para masticar. No son los Bon Jovi de 'Sleepery when wet', ni los de 'Keep the faith', eso no tendría sentido.

Son los de 2016 y entregan un disco consistente que es el resultado de todo lo que vienen haciendo desde que aquel 'Crush' del año 2000. De hecho, seguramente sea su mejor entrega desde entonces. Porque estamos ante un impecable ejercicio de rock de estadio del siglo XXI. Con menos solos de guitarra, con ropajes más adultos y con menos testosterona, pero siempre buscando melodías para todos los públicos. Siempre buscando no perder las raíces y sentirse como en casa a través de las canciones.