MOLESTIAS EN LOS CONCIERTOS
MOLESTIAS EN LOS CONCIERTOS - EUROPA PRESS
Actualizado: domingo, 12 marzo 2017 10:11

MADRID, 12 Mar. (EDIZIONES - David Gallardo) -

Asistir a un concierto es una experiencia maravillosa aunque también puede resultar escabrosa, dificultosa y en ocasiones decepcionante, frustrante y, en definitiva, un tanto mierdera. Todo debería ir como la seda, pero en ocasiones el resultado final no es del todo satisfactorio.

En otro tipo de espectáculos, uno compra su entrada, va y lo goza. Pero como sucede en el deporte cuando uno asiste a una final que termina con su equipo derrotado, en el asunto de los conciertos el desenlace también puede ser infausto.

Se da el caso, además, de que en el caso de los conciertos (los multitudinarios, se entiende), ya una primera cosa molesta es CONSEGUIR COMPRAR UNA ENTRADA, pues hay miles de personas luchando por el mismo deseo, lo cual provoca el primer embotellamiento.

El tan cacareado y descarado asunto de la REVENTA ONLINE INMEDIATA es otro punto fastidioso, pues las entradas aparecen en webs dudosas al mismo tiempo que se van frenéticamente agotando en el punto oficial. El mosqueo de una parte de los fans es inevitable.

Supongamos ahora que hemos conseguido ese preciado tesoro que es una entrada. Por la que estamos pagando, por cierto, no es un regalo, y a un PRECIO CONSIDERABLE en no pocas ocasiones. Objetivo logrado, vale, ahorros evaporados. Y llega el día y, con él, el segundo taponamiento.

Porque, siguiendo con los recitales multitudinarios, antes de entrar ya están sus inevitables LARGAS COLAS para entrar, con una longitud que dependerá del NIVEL DE FANATISMO IMPERANTE. La edad es un factor importante, pero en este caso no hay muchas diferencias entre querer una primera fila para Justin Bieber, Bruce Springsteen o U2. Hay que ser EXTREMADAMENTE PACIENTE a las puertas del lugar y, ojo, que ALGUIEN LLEGARÁ PARA INTENTAR COLARSE (esto se repite una vez dentro varias veces en busca de una posición mejor).

Luego se abren las puertas y están las carreras para posicionarse y formar montonera frente al escenario. Por lo general, un poco más atrás se puede disfrutar de espacio, pero convengamos que quien más quien menos ha padecido lo que es estar en una AGLOMERACIÓN AGOBIANTE en algún que otro concierto, sin escape posible a pesar de no estar en las primeras filas (hace años, así siempre, ahora por lo general los aforos no se llenan hasta el límite). Y eso es agotador.

Hagamos un inciso aquí para imaginar que estamos en un concierto pequeño, en alguna sala. Al factor aglomeración se puede unir en este caso la PENOSA VISIBILIDAD por culpa de alguna COLUMNA sin duda esencial para evitar derrumbamientos, pero estrategicamente colocada para que parte del público no vea nada.

Unamos a esto que esos pequeños conciertos en ocasiones son en salas que no están pensadas ni realmente acondicionadas para la música en directo, por lo que el ESCENARIO PUEDE ESTAR TAN BAJO QUE SEA INEXISTENTE. A este 'pequeño' detalle le sumamos el 'efecto columna' y ya sabemos lo que siente Stevie Wonder. Ceguera absoluta.

Hemos hablado de conciertos grandes y de pequeños. Pero no nos olvidemos de los intermedios, que pueden coger situaciones de unos y de otros, para lo bueno y para lo malo. Pensemos por ejemplo en los agobiantes apretujones, que son independientes de la cantidad de público (CUATRO FANÁTICOS ENAJENADOS pueden ser peores que 50.000 personas ordenaditas) o en la famosa PALMERA DE LA RIVIERA MADRILEÑA, tan odiada ella, en todo el centro de la sala.

Para todo lo que viene a continuación también da igual la cantidad de público, ya entramos en la esencia de la experiencia de la música en vivo en sí. Centrándonos, claro, en los géneros más populares y en los conciertos con el público de pie, aunque determinados detalles también se sufren en teatros y auditorios, como por ejemplo un MAL SONIDO que haga de la velada un bochorno, tanto por ENMARAÑADO COMO POR EL VOLUMEN BRUTAL (esta segunda opción es amada por muchos, en cualquier caso).

También está el tema de LOS DICHOSOS TELÉFONOS. Da igual que estemos viendo a nuestro banda favorita, a nuestro ídolo hecho carne ante nosotros. El ser humano no puede evitar desenfundar su SMARTPHONE, incluso su TABLET, para hacer una foto borrosa y compartirla en las redes sociales. Y da igual que estamos apretados de pie contra una valla o sentados en un bonito teatro. Es como un resorte y es un incordio, aumentado si encima USAN EL FLASH.

Una vez olvidadas las CÁMARAS DE FOTOS, la dichosa manía de alzar el CACHIVACHE TECNOLÓGICO de turno vendría a ser la versión moderna de que se te ponga delante EL SER HUMANO MÁS ALTO DE TODO EL LUGAR, o el CABEZÓN al que le cantaban No me pises que llevo chanclas con su guasa habitual, en su viejo tema de 1994. "Delante de mi se había colocao el tío que tenía más cabeza de todo el condao", canta Pepe Begines.

Metidos en materia, puede darse el típico caso de que aparezca en la marabunta GENTE SUDADA SIN CAMISETA, con el consiguiente repelús que también se produce cuando TE PONEN UNA MELENA EN LA CARA. Escapando de ellos, puedes acabar al lado de un grupo de asistentes de esos que NO PARAN DE HABLAR SIN PRESTAR ATENCIÓN AL ESCENARIO entre ellos. Incluso puede que alguien desconocido se te acerque a HABLARTE JUSTO CUANDO SUENA TU CANCIÓN FAVORITA y, por educación, le hagas caso en lugar de mandarle al garete.

Un escalón superior de estorbo provocan quienes LO CANTAN ABSOLUTAMENTE TODO A GRITOS EN TU OREJA, muchos de ellos SIN SABERSE EN REALIDAD LA CANCIÓN (de afinación ni hablamos). Y mientras eso acontece, probablemente alguien SE PASA DE EUFORIA EN SUS BAILES y termina por los suelos, con el consiguiente riesgo y tedio generalizado. Dancen con responsabilidad, caramba, aunque sea en el más violento de los pogos.

El EXCESO DE ALCOHOL suele influir en el punto anterior, porque en los conciertos es cierto que el personal se deja llevar y en ocasiones BEBE DE MÁS. Eso les lleva a GRITAR ESTUPIDECES al escenario y PEDIR INSISTENTEMENTE CANCIONES que saben que no van a sonar. También puede darles por TIRAR COSAS AL AIRE Y/O AL ESCENARIO, algo que puede acabar en enfado monumental por parte de los músicos y afectar a todos los presentes por el evitable mal rato.

Resulta especialmente curioso el asunto del alcohol, pues LOS PRECIOS DE LAS BEBIDAS suelen ser más que exagerados (también para los refrescos y el agua). Pero da igual. Claro que el exceso de hidratación termina provocando una NECESIDAD IRREFRENABLE DE ACUDIR AL ASEO para vaciarse, y eso, amigos, es realmente un infierno para quien lo sufre, ya sea el protagonista atribulado o los que estén a su alrededor.

En la jungla emocional que termina siendo un concierto, también hay personajes QUE SE EMPEÑAN EN FUMAR aunque esté prohibido en local cerrado, y personajillos de los que aprovechan el hacinamiento para TOQUETEAR DE MÁS y también para ROBAR CARTERAS O MÓVILES (en un famoso festival los amigos de lo ajeno se pusieron las botas el pasado año, no diremos cual, pero los encargados de seguridad lo advertían constantemente).

No podemos acabar sin olvidarnos de las y los fans que CHILLAN ABSOLUTAMENTE POR TODO EN IMPOSIBLES TONOS AGUDOS, así como del clásico LISTILLO QUE NO PARA CONTAR BATALLITAS DE CONCIERTOS PASADOS EN VOZ ALTA para que todos le reconozcan los galones. Un saludo también para LOS NOVIOS QUE SUBEN A HOMBROS A SUS NOVIAS (al revés pasa menos, ¿no?) y también para LOS QUE SE EMPEÑAN EN INTENTAR SUBIR AL ESCENARIO sin tener un porqué.

Y para terminar, a modo de bis, un saludo para los trabajadores que sin duda intentan ser amables pero, apremiados por la urgencia, NOS ECHAN A TODA PRISA de donde quiera que estemos.

Pero, en definitiva, al final del día, todas estas son pequeñas cosas que COMENTAMOS EN TONO DE BROMA PORQUE ESTAMOS EN FAMILIA. Y es que, ¿sabéis qué? LOS CONCIERTOS SON LO MEJOR DEL MUNDO, un glorioso escape de la vida real. Por eso repetimos una y mil veces.

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